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lunes, 4 de abril de 2011

Las orquídeas


Las orquídeas constituyen la familia de plantas más grande del mundo, con aproximadamente 25 mil especies. Durante siglos, han fascinado a botánicos y cultivadores por sus espectaculares y complejas flores, de tal manera que se han creado más de 100 mil híbridos y variedades. La mayoría habita naturalmente en zonas tropicales y subtropicales, aunque algunas también son nativas de regiones templadas y frías. Y todavía se siguen descubriendo cientos de especies nuevas cada año.

Se trata de plantas herbáceas perennes que tienen distintos tipos de órganos de reserva. Básicamente, se pueden clasificar en dos grandes grupos: las epífitas, es decir, plantas que crecen sobre otras, principalmente árboles; y las terrestres, especies en general vivaces (se seca la parte aérea en alguna época del año y luego rebrota), que viven directamente en el suelo.

En este fascículo se darán las herramientas necesarias para poder cultivar estas fascinantes plantas en forma sencilla y una serie de recomendaciones para su cuidado.

La mayoría de las plantas epífitas tiene un órgano de reserva especial que es el pseudobulbo. Se trata de una porción de tallo (entrenudo) engrosado, que posee una o más yemas unidas por rizomas o estolones. Las plantas terrestres, en cambio, suelen tener raíces engrosadas o pequeños tubérculos llamados tuberos.

Las orquídeas tienen estructuras florales y características de crecimiento poco comunes en la naturaleza. En primer lugar, las flores se encuentran giradas 180° en relación con su eje, de manera que el pétalo superior está orientado hacia abajo. Se la denomina labelo y es muy diferente de los otros pétalos.

Por otro lado, las partes femenina y masculina de la flor están unidas entre sí, y el polen está agrupado en sacos que se llaman pollnias. Estas plantas son polinizadas por distintos insectos y aves, y sus interacciones son muy complejas y específicas.

Tanto en su forma silvestre como en el cultivo, requieren para su desarrollo de hongos que crecen dentro de las raíces. Se genera de este modo una relación simbiótica en la que ambas partes se benefician: mientras la planta es más eficiente en la absorción de nutrientes gracias a los hongos, éstos viven dentro de las raíces, de las que obtienen sustancias orgánicas y tejidos donde desarrollarse sin matar ni parasitar a la orquídea.

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