Los animales no son los únicos que viven en grupos, comunidades o colonias. Las plantas hacen lo mismo, y quien observa la naturaleza con atención sabe que las características del suelo y las particularidades topográficas no son las únicas que definen el carácter de un paisaje, sino que también contribuye a ello el conjunto de la flora.
Dicho de otra manera, la vegetación tiene también una gran importancia. Aunque el hombre haya modificado considerablemente el paisaje, construyendo fábricas y trazando caminos donde antes sólo había bosques y malezas, todos podemos comprobar aún, sin mayor esfuerzo, que la vegetación difiere según los lugares.
Se pueden distinguir varios tipos de vegetación, según nos encontremos en un bosque, entre malezas, en un campo de pastoreo o en una planicie cubierta de musgo. Digamos además que los bosques difieren entre sí: un bosque de hayas es más sombrío que un bosque de encinas o de abetos; tan sombrío, que pocas plantas pueden vivir en él.
La ilustración representa un bosque con diferentes especies vegetales. Hay en él claros, y las cimas de los árboles no se unen arriba hasta formar un techo de follaje (abajo). Numerosas plantas conviven con estos árboles: arándanos, hongos, heléchos, etcétera.
En la actualidad hay una nueva rama de la botánica que se ocupa de estudiar las asociaciones de las plantas; esta ciencia nueva se llama sociología de las plantas o ciencia de la vegetación. Un bosque de hayas, un bosque de abetos, un bosque con diversas variedades, son ejemplos de comunidades de plantas.
Pero se pueden encontrar igualmente grupos de asociaciones en una misma pradera, en un seto o en un foso. Las comunidades o asociaciones de plantas se caracterizan por su aspecto exterior y también por las especies que las componen.
Además es interesante observar que ciertas comunidades se reparten en capas o pisos, lo cual puede ser fácilmente verificado en el bosque: en el piso superior se encuentra la copa de los árboles, agitada por el viento; más abajo los matorrales, donde resuenan los trinos de los pájaros; más abajo todavía, las hierbas, y finalmente el musgo, donde viven las hormigas y los coleópteros. El lector que quiera observar el bosque con atención, fácilmente descubrirá los pisos que acabamos de citar.
Dicho de otra manera, la vegetación tiene también una gran importancia. Aunque el hombre haya modificado considerablemente el paisaje, construyendo fábricas y trazando caminos donde antes sólo había bosques y malezas, todos podemos comprobar aún, sin mayor esfuerzo, que la vegetación difiere según los lugares.
Se pueden distinguir varios tipos de vegetación, según nos encontremos en un bosque, entre malezas, en un campo de pastoreo o en una planicie cubierta de musgo. Digamos además que los bosques difieren entre sí: un bosque de hayas es más sombrío que un bosque de encinas o de abetos; tan sombrío, que pocas plantas pueden vivir en él.
La ilustración representa un bosque con diferentes especies vegetales. Hay en él claros, y las cimas de los árboles no se unen arriba hasta formar un techo de follaje (abajo). Numerosas plantas conviven con estos árboles: arándanos, hongos, heléchos, etcétera.
En la actualidad hay una nueva rama de la botánica que se ocupa de estudiar las asociaciones de las plantas; esta ciencia nueva se llama sociología de las plantas o ciencia de la vegetación. Un bosque de hayas, un bosque de abetos, un bosque con diversas variedades, son ejemplos de comunidades de plantas.
Pero se pueden encontrar igualmente grupos de asociaciones en una misma pradera, en un seto o en un foso. Las comunidades o asociaciones de plantas se caracterizan por su aspecto exterior y también por las especies que las componen.
Además es interesante observar que ciertas comunidades se reparten en capas o pisos, lo cual puede ser fácilmente verificado en el bosque: en el piso superior se encuentra la copa de los árboles, agitada por el viento; más abajo los matorrales, donde resuenan los trinos de los pájaros; más abajo todavía, las hierbas, y finalmente el musgo, donde viven las hormigas y los coleópteros. El lector que quiera observar el bosque con atención, fácilmente descubrirá los pisos que acabamos de citar.
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